MILAGROSO
ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS. UN POCO DE VIDA. 3 de enero de 2011
Dan ganas de ponerse a cantar a grito pelado. De hacer ofrendas en las iglesias. De besar en los labios a cuantas personas nos gusten o agraden. No es para menos. Lo ocurrido ayer en los establecimientos públicos de, al parecer, toda España es completamente revolucionario. Había que frotarse muy bien los ojos para comprobar que los bares estaban llenos de gente a la hora del aperitivo y tomaban sus raciones, sus cañas, sus vinos y no había ni un sólo cigarro encendido.
Milagroso.
Uno sonreía abiertamente. Daba palmas con las orejas. ¿Por qué ahora sí y no hace unos años, en 2005, cuando se intentó que saliera adelante esta ley antihumo? Misterios. Tan sólo unas horas antes de que entrara en vigor la ley antitabaco, cualquier bar de los que uno frecuentara estaba con una atmósfera irrespirable de cigarrillos encendidos y algún ufano cliente se ponía en el espacio entre las mesas y la barra y encendía todo estirado en pose muy torera un veguero de grueso calibre y toda la clientela seguía a lo suyo, riendo, o discutiendo con los suegros de turno, comiendo y bebiendo.
Pues bien, ayer esta estampa entre humos, únicamente una horas después de haberla visto, quedó desterrada. Parecía una película americana. De éstas tipo "Ghost" o, más noblemente, "¡Qué bello es vivir!", la obra maestra de Frank Capra, en las que hay milagros muy terrenales y la gente de pronto es feliz y canta y le van muy bien las cosas. Vivir, respirar, en estos recintos el día de ayer era una sensación increíble, orgásmica.
Como tantas otras veces con disposiciones que se acercan a lo radical, pensábamos que una ley que prohíbe fumar en los establecimientos públicos de ocio (bares, restaurantes, discotecas) y alejamiento de tantos metros de centros sanitarios e infantiles, era imposible de cumplir. Así lo anunciaban los ejecutivos de las tabacaleras destacados en España, animando sin muchos subterfugios a que se infringiera lo dispuesto. Sin embargo, ellos han sido los burlados.
Es la acción más transgresora y de más trascendencia que ha llevado a cabo este frágil Gobierno que, por ejemplo, jamás se ha atrevido a decir, lo que muchos votantes de izquierda se lo hubieran agradecido, que no pueden hacer nada para atajar la crisis económica, que son presa de las instituciones financieras internacionales y que la situación es esa, contra la cual sólo caben dos salidas: o aguantarse y sufrir, lo que estamos haciendo con este habitual buen humor y salero que tenemos todos los españoles; o la revolución cuyas consecuencias son siempre trágicas.
La erradicación del humo en los lugares de ocio es un salto cualitativo impresionante en la educación pública de este país. Nos pone de verdad sin ironías (que siempre van asociadas al ruido o al turismo) a la cabeza de los países más avanzados del mundo. Lo increíble, volvemos a decir, es que se haya cumplido.
Por supuesto, los fumadores, o muchos de ellos, estarán en desacuerdo. Dirán que a ver cuándo se soluciona la contaminación, mucho más grave a nivel general, de los vehículos, las fábricas o las calefacciones. Y tienen toda la razón. Pero tendrán que estar de acuerdo en que es un acto cívico que emociona profundamente el que la gente haya cumplido esta normativa. Chapeau por el Gobierno y por la ministra de Sanidad Leire Pajín.
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