PINTAN BASTOS

ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS. UN POCO DE LO QUE HAY QUE TENER. 23 de diciembre de 2010

Todos los indicadores tanto económicos como culturales o de otras índoles coinciden en que este país se encuentra bajo mínimos, si es que alguna vez ha dejado de estar así. Lo más terrible es que da la impresión de que no hay solución a los males que lo asolan. No sabemos qué es lo que falla, pero, pese a la alegría superficial que se asocia a lo español, el ambiente general es de una profunda depresión irremontable. Existe una violencia cada vez menos soterrada en cualquier ámbito que es consecuencia de lo que ocurre en la calle y en las altas instancias todos los días.

El presidente Zapatero avisa hoy en la prensa de que España necesitará varios años de reformas para recuperarse de la crisis. Es decir, se va aplazando ese cambio de rumbo en lo económico que todo el mundo ansía. Sin duda, debe haber una luz al final del túnel, pero de momento y ya dura más de dos años (aunque se veía venir desde hace al menos un lustro) no se vislumbra. La solución para una gran mayoría es que el PP gane las próximas elecciones generales. Quizá, entonces, los inversores internacionales no acosen a diario al sistema financiero español, en un movimiento especulativo que el común de los mortales no acaba de comprender.

Además de esa penuria económica, hay algo más difuso, inconcreto, en la realidad cotidiana, que incluso nos impide respirar con normalidad, tener cierta esperanza. De modo que estamos indefensos frente a una amenaza incierta que nos va arrugando el gesto y no podemos salir de nuestro asombro cuando observamos que no pocos ciudadanos logran relativizar jovialmente esta negrura inmensa del futuro. Lo cierto es que se van sucediendo circunstancias que refrendan este pesimismo ambiental. Por ejemplo, al hilo de la rabiosa actualidad, la negativa, en principio, del Congreso a aprobar la "ley Sinde", que quiere regular las descargas en Internet. Nos arrellanamos en la perplejidad absoluta cuando observamos el abismo impresionante de pensamiento que hay entre los que reniegan de esta normativa y los que la apoyan; y no deja de producir admiración quienes razonan totalmente convencidos del porqué están a favor o en desacuerdo de la promulgación de dicho reglamento.

Es muy posible, consuelo de tontos, que en otros países se viva con la confusión que hay en éste, donde no es factible ponerse de acuerdo de autonomía en autonomía en un modelo nacional de educación, donde se dirimen cónclaves políticos de importancia regia casi en cada circunscripción electoral.

Sinceramente, quien logre navegar por este marasmo de dimes y diretes a cualquier nivel de la escala social debe ser reconocido como héroe y largamente agasajado. No es nuestro caso. No podemos despegarnos de una realidad en la que la mendicidad y la pobreza descarnada y el que haya cada vez más personas inmersas en la marginación se acepta con naturalidad. Nos duelen las cosas y, es verdad, no reaccionamos, mientras la gangrena va socavando sin pausa nuestra alma. Sencillamente, no tenemos fuerzas para cambiar nada. No nos llenamos la boca con retórica ni nos dejamos iluminar por profetas que quieren demostrarnos que estamos equivocados.
Cae la tarde, es casi Nochebuena y nos sentimos aún más pequeños frente a un mundo que goza descuartizándose. Ese es nuestro destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario