PEREGRINACIÓN
ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS. UN POCO DE CUENTOS. 19 de diciembre de 2010
Necesitaba comprar la siguiente novela de la serie Montalbano, de Andrea Camilleri. Su búsqueda por las librerías de la ciudad fue infructuosa. Pero no desistía. Seguía solicitando cuando se conectaba, en Google, la ubicación de nuevas librerías adonde acudir. Los libros, las series, crean adicción y desde luego esta peregrinación lo demostraba. De una manera modesta, se sentía, con esta búsqueda del siguiente eslabón de una cadena de historias, como el comisario Montalbano cuando se enfrentaba a un caso difícil en una Sicilia imaginada.
-No, no lo tenemos.
Esa era la respuesta en cada establecimiento que preguntaba. Estaba cansado de caminar y de buscar. Bebió una caña en un bar, tratando de recuperarse. Si no encontraba la siguiente novela de la serie, era como si quedara sin resolver un caso. Montalbano estaría triste en su chalet de Marinella frente al mar.
Uno de los parroquianos del bar vio que tenía en un bolsillo una de las aventuras de Montalbano, "Un giro decisivo".
-¿Le gustan las novelas de Camilleri?
El hombre se quedó muy sorprendido. Aunque sabía que tenían éxito los libros del escritor italiano, por alguna razón siempre creía que el era el único que leía estas novelas.
-Pues, sí.
-A mí me gusta mucho el caso de "La paciencia de la araña".
-Y a mí el de "El perro de terracota".
-Sobre gustos....
-Así es.
Bebieron en silencio sus cervezas.
-Estoy buscando "La luna de papel" -dijo el peregrino de librerías.
-Yo lo tengo. Si quiere, se lo puedo dejar -contestó su interlocutor, mirándole seriamente.
En realidad, pensaba que ya estaba bien de esta búsqueda tan obsesiva. Había ido a demasiadas librerías y visto en todos los dependientes la misma sensación de hastío y de ignorancia. O incluso de desprecio.
-No quisiera molestarle -dijo el peregrino.
-No es molestia. ¿Tiene tiempo? Venga conmigo.
El rondador de librerías dudó un momento y aceptó. Invitó a su cómplice de lectura a la consumición y salieron a la calle.
-Vivo aquí mismo -y señaló un edificio vetusto que parecía en obras.
Sentía un poco de emoción al conseguir el siguiente caso de Montalbano de esta manera tan poco frecuente.
-Es mi aventura preferida "La luna de papel" -dijo el nuevo amigo del peregrino-. Camilleri consigue en ella que Montalbano sea aún más cercano a todos los que nos gustan sus aventuras.
-¿Pero no me dijo que su preferida era "Un giro decisivo"?-preguntó el peregrino. No se le escapaban los detalles. De algo debía servir leer novelas policíacas.
-Sí, sí -contestó rápido su amigo, un tanto azorado-. Esa también. Ya llegamos.
-Me tiene sobre ascuas.
Entraron en el piso. Estaba bastante desordenado y olía a cerrado. El peregrino quiso irse de allí cuanto antes.
-¿Quiere beber algo?
Como le ocurría a Montalbano, dijo que sí aunque estaba pensando en que para qué iba a confraternizar en un lugar que no le gustaba nada. Le ofreció un whisky, una bebida que el comisario bebía de vez en cuando, cuando tenía que exprimirse las meninges tratando de alcanzar soluciones improbables de los casos que tenía entre manos.
Lo invadió el calor con el dorado contenido del vaso.
De pronto, vio que su amigo tenía una pistola en la mano. El peregrino de librerías derramó el whisky sobre el sillón en el que estaba sentado.
-Pero, ¿qué hace?
-Voy a dar este caso en el que estamos involucrados a Camilleri -dijo muy tranquilo su atacante-. Últimamente notaba que ya no tenía tantas ideas. Montalbano va cumpliendo años y necesita nuevos impulsos para seguir siendo quien es.
-Esto es una locura. Me voy -dijo el peregrino de librerías, encaminándose a la puerta.
-Quieto- el hombre se puso en medio de ese camino hacia la escalera.
-Basta de bromas.
-No es ninguna broma -y disparó por encima de su cabeza.
El peregrino se quedó petrificado. El impacto de la bala había hecho un desconchón en el techo. Vio que había otros desconchones. ¿Otros disparos? Comenzó a temblar de verdad.
-Está loco.
-Alguien tiene que estarlo -dijo sin inmutarse-. No todos podemos hacer el papel del policía bueno y el honrado ciudadano que es justo y necesario.
-Llamaré a la policía -dijo el peregrino, sacando el móvil al que ya le importaba muy poco la siguiente novela de la serie de Camilleri.
-No le va a dar tiempo.
Disparó al hombre al que le gustaban los casos de Montalbano. Se debatía en el suelo en un charco de sangre.
-¿Por qué? ¿Por qué? -dijo escapándosele la vida.
El hombre sonrió y entonces se disparó a sí mismo en el cielo de la boca.
La policía encontró a los dos cadáveres a los pocos días. Del piso salía un olor nauseabundo y una vecina llamó a los agentes. Antes de su encuentro con el peregrino de librerías, el asesino había enviado a Andrea Camilleri un argumento amplio y bien estructurado con este caso.
-Querido maestro -decía la carta que recibió el novelista-. He decidido ayudarle a que su comisario Montalbano siga resolviendo casos. Le sugiero este en el que dos admiradores de sus novelas han muerto para que la llama del misterio continúe. Porque si no hay misterio, no hay nada. Un abrazo.
Firmaba la misiva Andrés Camino.
El comisario Montalbano, cuando supo de estas muertes, caminó largo rato por el muelle de Vigàta. Llegó hasta el faro y lloró. Lloró porque, como siempre había sospechado, nada tenía sentido.
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