BIOFILMOGRAFÍA DE WOODY ALLEN

UN POCO DE CINE. 2 de octubre de 2009
Nació en Nueva York en 1935 (su verdadero nombre es Allen Stewart Konisberg). En los años 50, Allen escribió sketches para televisión, siempre desde un punto de vista cómico. Sus dotes de actor quedaron confirmadas en distintos shows en night clubs de la Gran Manzana. Su fama crece y publica artículos en revistas como “Playboy” o “New Yorker”. La industria del cine llama a sus puertas y en 1965 debuta como actor y guionista en “¿Qué tal, Pussy Cat?”, de Clive Donner, aunque los protagonistas eran Peter O’Toole y Peter Sellers. Ya como protagonista, llega What’s Up, Tiger Lily? (Henry G. Saperstein, 1966), en la que Allen también escribe el guión y produce el film. En 1967, la adaptación paródica de la novela de Ian Fleming “007 Casino Royale” (nada menos que dirigida por John Huston, Ken Hughes, Val Guest, Robert Parrish y Joe McGrath) cuenta con la intervención de Allen en el papel de ¡sobrino de James Bond!
Woody Allen también hace en esta época sus pinitos en el teatro con las obras “Don´t Drink the Water” y “Play it again, Sam”. En 1969, Allen debuta como director, guionista y protagonista del film “Toma el dinero y corre” (Take the Money and Run), graciosa semblanza de un desastre de ladrón. Allen, en los primeros años 70, desarrollaría su vena cómica, emparentada con los hermanos Marx y el slapstick. Pronto llegarían “Bananas” (1971), “Todo lo que quiso saber sobre el sexo pero siempre tuvo miedo de preguntar” (Everything you Always Wanted to Know about Sex but Were Afraid to Ask , 1972) y “Sueños de un seductor” (Play it Again, Sam , 1972), película que dirigió Herbert Ross, pero que respira Allen por los cuatro costados (un homenaje delicioso a Humphrey Bogart y a “Casablanca”), basada en la obra de teatro del cineasta judío en la que ya estaban su musa de estos años, Diane Keaton, y Tony Roberts. Cierran esta etapa pop y entrañablemente loca “El dormilón” (Sleeper, 1973) y “La última noche de Boris Grushenko” (Love and Death, 1975).
En 1977, con “Annie Hall”, obtuvo el Oscar al Mejor Director, Mejor Película y Mejor Guión (además del Oscar a la Mejor Actriz para Diane Keaton). Una película que sin dejar su lado cómico se introducía en las aguas pantanosas de la tragedia. “Interiores” (Interiors, 1978), pese al reconocido y publicitado amor de Allen por las películas de Ingmar Bergman, desconcertó a sus seguidores. Un drama durísimo sobre la descomposición de una familia que después, con matices, ha vuelto a revisar en varias ocasiones tal temática a lo largo de su carrera. En 1979, rodaría su primera película en blanco y negro, una de sus grandes obras maestras, “Manhattan”, que cerraría el ciclo de películas con Diane Keaton. En 1980, homenajearía a Federico Fellini en “Recuerdos” (Stardust Memories), en la que su “partenaire” era Charlotte Rampling. Su relación sentimental con Mia Farrow provocaría un ciclo fértil de películas que se iniciaría con “La comedia sexual de una noche de verano” (Midsummer Night´s Sex Comedy, 1982). Después estrenó “Zelig” (1983), de nuevo en blanco y negro y una oda clarísima al slapstick; “Broadway Danny Rose” (1984), otra vez en blanco y negro, uno de sus films más románticos y sentimentales; “La rosa púrpura de El Cairo” (The Purple Rose of Cairo, 1985), magnífica película tomando el cine como metáfora de la vida en la que los actores salían fuera de la pantalla para vivir de verdad sus dramas y amores; y la formidable “Hannah y sus hermanas” (Hannah and Her Sisters, 1986), una tragicomedia coral muy lograda por la que obtuvo el Oscar al Mejor Guión y con actores, además de Mia Farrow y el propio Allen, como Max Von Sydow, Michael Caine (Oscar al mejor actor secundario), Barbara Hershey...
En 1987, "Días de radio" (Radio Days, 1987) supondría una de sus películas más “ligeras”, más musicales y con un ritmo suave y constante que nos hace saltar como si fuéramos marionetas. Una joya que no nos cansamos de ver y que es un cálido recuerdo a la infancia de Allen. “Septiembre” (September, 1987) es una vuelta de tuerca a los personajes heridos de “Interiores”. Con menos acritud e incidiendo en el intimismo, estrenaría en 1988 "Otra mujer" (Another Woman), con extraordinarios actores en el reparto, como Gene Hackman o Gena Rowlands, además de Mia Farrow.
Woody Allen había ido espaciando sus apariciones en pantalla desde “Interiores” para concentrarse en el guión y la dirección. No actuó en “La rosa púrpura de El Cairo” ni en “Días de radio”, “Septiembre” y “Otra mujer”. Así que todos celebramos que fuera el protagonista de la comedia “Edipo reprimido” (Oedipus Wrecks), episodio de una hora del film en colaboración "Historias de Nueva York" (New York Stories, 1989), en el que también dirigían Martin Scorsese y Francis Ford Coppola. Nos dejó un buen sabor de boca que se prolongó largamente en "Delitos y faltas" (Crimes and Misdemeanors, 1989), una de las cimas del cine de Allen, mezcla genial de comedia y drama, de cine policíaco y film de costumbres que se beneficiaba de las actuaciones de Martin Landau (excepcional actor secundario y de televisión –la serie de los 60 “Misión imposible”- que lograría aquí el mejor papel de su carrera), Anjelica Huston, Alan Alda, Allen o Farrow.
Después de “Alice” (1990), en la que tampoco actuó Woody Allen y de la que recordamos las actuaciones de Mia Farrow, Joe Mantegna y William Hurt, el director neoyorquino rodó “Sombras y niebla” (Shadows and Fog, 1991), un homenaje en blanco y negro, como no podía ser menos, al expresionismo y ambientado en la Alemania prenazi. Además de Allen, estaban en el reparto Mia Farrow, John Cusack, John Malkovich, Jodie Foster o ¡Madonna!...., en un papel convenientemente sexy. En 1992, culminaría, y con escándalo en los medios, su relación con Mia Farrow, y la película que cerraría su fructífera asociación profesional sería “Maridos y mujeres” (Husbands and Wives), un drama portentoso que contaba con las actuaciones de la pareja más Sidney Pollack -actor siempre desaprovechado (por él mismo) en beneficio de su conocida faceta de director influyente-, y la gran Judy Davis, intérprete de filmes como "Pasaje a la India" (David Lean, 1984).
En 1993, ya sin Mia Farrow, Allen ofrecería la graciosísima “Misterioso asesinato en Manhattan” (Manhattan Murder Mystery), protagonizada, además de Allen, por Diane Keaton, que desde “Manhattan” sólo había intervenido brevemente en una película del maestro norteamericano (“Días de radio”). “Misterioso asesinato en Manhattan” era una comedia policíaca de gran estilo en la línea de “Con la muerte en los talones” o “Charada”. Estaban en el reparto Alan Alda y Anjelica Huston, todos cómplices de Allen en unos momentos difíciles para el director después de la ruptura con Mia Farrow, en una película para reírse a todo trapo y sin pensar en el mañana. En 1994, quiso seguir trabajando con Diane Keaton, pero era aún una actriz muy solicitada, así que se apoyó en la magnífica Dianne Wiest (Oscar a la mejor actriz secundaria) y John Cusack para construir “Balas sobre Broadway” (Bullets over Broadway), una maravillosa recreación del Nueva York de los años 20 en el que había un papel fantástico para Chazz Palminteri, actor entonces de moda después de ser el autor y actor de la obra “Una historia del Bronx”, que Robert De Niro, con el protagonismo de Palminteri, había convertido en su hermosa ópera prima. A continuación, Allen, rodaría “Poderosa Afrodita” (Mighty Aphrodite, 1995), película que descubría a Mira Sorvino (Oscar a la mejor actriz secundaria), en el papel de una divertida prostituta, siendo Allen un periodista deportivo del tres al cuarto.
Woody Allen ya no tenía musas definidas y daba oportunidades de oro a actrices que se apresuraban a recoger el guante. En su siguiente película, “Todos dicen I Love You” (Everybody says I Love You, 1996), fueron Goldie Hawn y Julia Roberts , acompañadas por Alan Alda, Tim Roth y Allen, entre otros. Era una comedia estupenda que mostraba un cariz heterodoxo y más narrativo de lo que suele ser un musical. En 1997, llegaría otra de sus obras maestras incuestionables, “Desmontando a Harry” (Deconstructing Harry), un film moderno, convulso, arriesgado tanto temática como visualmente que dejó hasta a los más acérrimos detractores de Allen con la boca abierta. En “Desmontando a Harry”, Allen encarnaba a un tipo desagradable, hiriente, lascivo y, sin embargo, simpático. Estaba acompañado por Judy Davis y, entre otras actuaciones, había una breve aparición de Mariel Hemingway, la bella adolescente de “Manhattan”, de la que Allen se enamoraba en aquella película, aquí interpretando a su ex esposa, que odia cualquier contacto con Harry. Filmada en blanco y negro (la última vez que lo ha hecho hasta el momento), estrenaría en 1998 “Celebrity”, con un reparto tremendo encabezado por Kenneth Branagh (el papel que habría encarnado Allen), Melanie Griffith, Leonardo DiCaprio, Judy Davis.... En 1999, Sean Penn protagonizaría “Acordes y desacuerdos” (Sweet and Lowdown), un film homenaje a la música de la Gran Depresión, en el que se nota que no hubo química entre Penn y Allen.
Con el nuevo milenio tuvimos la oportunidad de troncharnos de risa con “Granujas de medio pelo” (Small Time Crooks, 2000), uno de los mayores éxitos en EE UU de Woody Allen y que recordaba con agradecimiento y reverencia la deuda con gemas del cine italiano como “Rufufú” (Mario Monicelli, 1958). Seguidamente, Allen y Helen Hunt, en esos momentos en la cresta de la ola tras su memorable actuación que le valió un Oscar en “Mejor...imposible” (James L. Brooks, 1997), encabezarían el reparto de la bonita comedia “La maldición del escorpión de Jade” (The Curse of the Jade Scorpion, 2001), rodada anteriormente al desastre del 11-S, pero que fue como una especie de bálsamo (ambientada en el Nueva York de los años 40) contra esa terrible tragedia que convulsionó el mundo. “Un final made in Hollywood” (Hollywood Endings, 2002) supuso una cáustica sátira que incidía en el habitual desdén de Allen por California y en especial Los Ángeles. Díálogos y anécdotas en otras películas de su filmografía ilustran este encono irónico por Los Ángeles, como cuando decía el personaje de Allen en “Annie Hall” que “aquel que consideran un genio en California, en Nueva York lo tachamos de subnormal”.
En 2003, Allen, en plena era Bush, con la psicosis permanente del 11-S, estrena "Todo los demás" (Anything Else), una comedia hosca, amarga, protagonizada por Jason Biggs, el chico encumbrado con las serie de films de "American Pie", comedias calientes y juveniles que rápidamente encuentran otras sustitutas en el corazón de los espectadores (ahora son films como los “Supersalidos”, de Greg Mottola) . “Melinda y Melinda” (2004) es su despedida de Nueva York y el reencuentro de Woody Allen con el gran cine. Un film coral que tenía soberbias actuaciones como la de Will Ferrell (el más que posible cometido de Allen, que no actuó), Radha Mitchell, Chiwetel Ejiofor... Los imperativos económicos hicieron que el gran defensor de Nueva York emigrara a Londres, donde rodará Match Point (2005), un policíaco de gran altura que hace daño y sigue las huellas del cine clásico en films como “Perdición” (Billy Wilder, 1944). Iniciaba en “Match Point” su colaboración con Scarlett Johansson (tercera musa en la carrera de Allen), que continuaría en la risueña “Scoop” (2006), la última aparición como actor de Woody Allen, interpretando a un cochambroso artista de variedades que de pronto tiene conexión con el más allá para desenmascarar a un asesino en serie.
“Cassandrá’s Dream” (2007), con Colin Farrell y Ewan McGregor, es uno de sus dramas más incomprendidos y difíciles. Otra cara fascinante del genio que también sabe hacer una película sin glamour, como resulta la vida misma. Hay que perdonar el toque turístico de “Vicky Cristina Barcelona” (2008), porque contiene muy buenos personajes y un cuarteto protagonista muy atractivo, además de otras apariciones secundarias de relumbrón (Patricia Clarkson): Javier Bardem, Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Penélope Cruz, que, siguiendo la senda de otras actrices en las películas de Woody Allen, se llevó con merecimiento el Oscar a la Mejor Actriz Secundaria.
Y así llegamos a “Si la cosa funciona” (Whatever Works), la hermosa nueva comedia de Allen y su reencuentro con Nueva York, que por desgracia no va a proseguir, pues ha vuelto a rodar en Gran Bretaña (ahora con Anthony Hopkins, Naomi Watts y, entre otros, ¡Antonio Banderas!, al parecer decidido, tras su cambio de agente, a hacer nuevamente el cine de autor que le llevó a Hollywood). Esperemos por el bien de nuestra alma que siga funcionando Woody Allen.

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