GAVIOTAS EN MADRID

ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS. UN POCO DE VIDA. 7 de noviembre de 2010

Hay gaviotas en Madrid. Al menos, una parte del año. Mucha gente nacida en la costa, aun viviendo cerca del río Manzanares, donde suelen estar las aves, le mira a uno con cierto desdén cuando comenta este hecho.
Los expertos nos dicen que comenzaron a llegar, atraídas por los vertederos, en los años 70. Su graznido, su vuelo elegante, sus picos amarillos y robustos nos sugieren el mar. Gaviotas que, pese a su fama de carroñeras y sucias, son también la bella imagen poética de una elegante suspensión en el aire contra el viento salado mientras el mar rompe abajo del acantilado. Gaviotas que siguen a los pesqueros con su carga fresca de peces rumbo al puerto; confundiéndose sus gritos con la sirena de los grandes barcos que buscan su ruta hacia destinos más o menos exóticos y fragantes. Gaviotas como el sinónimo inefable de la libertad.
Su querencia por el pobre río Manzanares, su regreso ya anual a ese hábitat después de los temibles meses de verano mesetario, nos trae una brizna de esperanza. De otro Madrid menos seco y más suave. Donde los políticos y los viandantes de todos los pelajes no se dieran casi literalmente de navajazos un día sí y otro también. Manipulando informaciones y opiniones, contestando con otras razones igualmente cáusticas, calculando rentas electorales o personales, y así sucesivamente ad infinitum.
Uno ve y oye las gaviotas y piensa en mares que atravesar o que surcar eternamente sin prisa; en lejanías donde ser otra vez puros aunque no imaginamos cómo.
Gaviotas para todos.

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