LA DÉCADA PERDIDA

ALBERTO ÚBEDA-PORTUGUÉS. UN POCO DE POLÍTICA. 24 de octubre de 2010

Ha pasado ya una década desde el inicio de este infausto siglo. Diez años en los que ha habido terrorismo internacional a gran escala, con ese todavía escalofriante recuerdo de las Torres Gemelas derrumbándose en la selva de cemento de Nueva York. Ha habido conflictos bélicos aún más injustificables que los que han acaecido desde el fin de la II Guerra Mundial. Se ha instalado una crisis económica obscena y pornográfica, puesto que han sido golfos inmorales que siguen libres y bien considerados los que han provocado esta debacle. Los valores que defiende la derecha se han entronizado y ninguna receta de izquierdas hace la menor mella en la perfecta máquina de recaudar dinero.
La segunda década del siglo no ofrece ningún signo de cambio. Las injusticias por decreto, en medio de las tormentas financieras que amenazan con hacernos aún más pobres, van a seguir su curso y van dejándonos cada vez más desarmados y despavoridos por lo bien que se aceptan entre la inmensa ciudadanía. Es un nuevo orden sólido en el que el poder económico ha copado los mejores sitios para ver el espectáculo que ofrecemos todos.
¿Podrían haber sido las cosas distintas? En el reino de los quizás, hubiéramos deseado que George Bush no ganara nunca las elecciones de EE UU en 2000; que Tony Blair no desnaturalizara el laborismo en Gran Bretaña hasta ser una especie de partido conservador con el traje arrugado. Que en general los partidos de izquierda fueran capaces de saber cómo encajar las piezas para que salga a flote su perfil social en un mundo de empresarios sediento de beneficios.
Nadie se atreve verdaderamente a levantar la voz y llamar a la revuelta a pesar de que en nuestro fuero interno nos decimos que el estado de las cosas es inaceptable. Crece, de esta forma, pese a que se intenta disfrazar, la sensación de hastío y de derrota.
Aún así, deseamos emocionadamente que otros con más fuerza, con más inteligencia, puedan cambiar esta realidad cada vez más insoportable. Luchar con armas no de destrucción masiva por un mundo más justo y menos violento, mucho menos violento. La tarea es muy difícil, incluso imposible, pero también hay que contar con el cansancio de los que siempre ganan. Todo es posible, recemos esa letanía una y otra vez. Comencemos de verdad este siglo XXI, olvidemos los tambores de guerra y el miedo. Creamos que la abundancia no es para unos pocos, sino el regalo de los dioses para todos. En verdad, desde la vista atrás de los años 60, y pese a la paulatina aniquilación de todas las utopías, se pensaba hasta no hace mucho tiempo que el siglo XXI sería el de la definitiva liberación del hombre, no el de la definitiva liberación del mercado. Aún así, pongamos empeño en enderezar esta amarga realidad de crisis económica, de valores, de esperanzas.
¿Es esto una utopía más?


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